martes, 6 de abril de 2010

ASÍ DE GRANDE


Un recital de fútbol un ''póquer'' de goles de la ''Pulga'', el ''crack'' con mayúsculas, el mejor jugador del planeta, el que probablemente se convierta, sino lo es ya, en el mejor futbolista de la historia, colocó al Barcelona por tercera vez consecutiva -cuarta en cinco años- en la semifinales de la Liga de Campeones.

Los que hoy estuvieron en el estadio, los que lo vieron por televisión recordarán el 4-1 del Barcelona al Arsenal por todo lo que hizo Messi. Arsène Wegner y sus muchachos sin duda también.
Y eso que el Arsenal llegó con la lección aprendida al Camp Nou.

En el Emirates quiso jugarle de tú a tú al Barça y sólo la milagrosa actuación de Almunia le salvó de recibir una goleada histórica en su propio estadio.

Wenger pensó que esta noche, sin Cesc, Arshavin y Song, osar disputarle de nuevo la hegemonía del balón al campeón de Europa hubiera sido prácticamente como entregar la eliminatoria. Así que disfrazó a su Arsenal de equipo pequeño, con las líneas muy juntas, Diaby persiguiendo a Xavi por todo el campo y los puntas presionando a Márquez y Milito para complicarles la existencia cada vez que querían sacar el balón jugado desde atrás.

De este modo, los ''gunners'', agazapados atrás, esperaron su momento en busca de un gol de estrategia, de una contra milagrosa que sembrara la incertidumbre en el Barcelona y pusiera patas arriba el 2-2 de la ida.

Y esa contra llegó pasado el cuarto de hora. Un contragolpe que estuvo precedido de una clarísima falta de Diaby a Milito que el colegiado alemán Stark no pitó, permitiendo la internada de Walcott y el doble remate del gigantón Bendtner -el primero contra Valdés y el segundo a gol- que volteaba la eliminatoria.

Pero no hay planteamiento táctico ni gol, por injusto e inesperado que sea, que pueda neutralizar un jugador como Messi. El argentino, que ya había puesto en aprietos a Almunia un par de veces al inicio del partido, tardó tres minutos en neutralizar el tanto del conjunto británico y darle la vuelta al partido.

Primero fue un obús desde la frontal, poco después una precisa definición dentro del área. Antes del descanso, la culminación de una contra con una vaselina antológica. Entre gol y gol, una repertorio inagotable de quiebros, regates, cambios de ritmo y remates que no entraron por poco.

Él solito descompuso a un Arsenal que empezó muy serio y ordenado atrás y que acabó la primera mitad descentrado, nervioso y abusando del juego tosco. Él solito decidió que el partido se acababa en el minuto 37, cuando ya había hecho tres y los ''gunners'' deambulaban, como alma en pena, por el campo.

La segunda parte no tuvo historia. Guardiola quitó a Bojan para reforzar el centro del campo con el hercúleo Touré Yaya, el Barça quitó el pie del acelerador y cedió algunos metros al Arsenal que, con poco fondo de armario para cambiar el signo del choque, lo intentó con poca fe y menos acierto.

Un par de tiros desviados de Rosicky y Bendtner y alguna acción interesante del bullicioso Pedro fue lo más destacado del juego, hasta que volvió aparecer Messi para poner el epílogo y cerrar la cuenta con un gol de garra, de hambre, de pillo, de esos que marca el argentino cuando parece que está jugando en el patio del colegio.

La exhibición de Leo fue tan grandiosa que lo eclipsó absolutamente todo: la lesión de Abidal, la reaparición de Iniesta, el enorme partido táctico de Busquets o la perfecta dirección de Xavi. Pero la sombra de los genios siempre es alargada. Y Messi es el mayor genio que ha dado el fútbol en muchísimos años.

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